No tengo su pelo dorado, ni un liso perfecto,
sus rizos ahuecados, ojos azules...
Yo, por el contrario,
no suelo peinarlo y no tengo muy claro de qué color es.
Pero en él tú puedes, esconderte en la noche
y que nadie te encuentre y esfumarte en el túnel
camino a mis ojos de negros desfiles
de luces que brillan pintando mensajes que te idealicen.
Y por mencionar su pecho, pequeño y bien firme
soportes de aguja, delgado vientre.
No tengo otra opción, pues con la gravedad
y el peso del mío tenderá a bajar.
Te propongo un juego, maternal deseo
almohada en la noche, primer alimento
de quien te hará inmortal y quien querrá brotar
detrás del ombligo que tanto te gusta tocar.
Si decides marchar, te espero tranquila que ya volverás,
si te pretendes quedar, asumo el riesgo de oír todo lo que perdí.
Si me dan a elegir, te ofrezco lo más exacto de mi.
Decoro defectos con el fin de ser perfecta para ti.
De ser perfecta para mí, para los dos.
Pero de mis extremidades no te puedes quejar,
largas y delgadas, bases firmes a explorar.
En cambio mis pies, feos, largos y llanos
y sé lo que odias las uñas de mis manos.
Tuyos mis soportes, tuyos son mis dedos
pa(ra) contar los lunares que decoran mi cuerpo.
Tuyos son los hoyuelos que acaban en mi espalda
y tuyas las caricias que deshacen mi cama.
Ni chata mi nariz, ni de carnosos labios
ni orejas pegaditas ni mentón delicado.
Con facciones duras, mejillas en alto
pero rostro risueño con sabor a miel.
Oleré deseos, morderé tus miedos
escuchando tus ruegos, besaré tus éxitos.
Me inventaré mil cuentos, te cantaré mis nanas,
porque nos merecemos, me entrego a ti.
Si decides marchar, te espero tranquila que ya volverás,
si te pretendes quedar, asumo el riesgo de oír todo lo que perdí.
Si me dan a elegir, te ofrezco lo más exacto de mí.
Decoro defectos con el fin de ser perfecta para ti.
De ser perfecta para mí, para los dos.
María Rozalén
Rozalén