miércoles, abril 10, 2024

Bendito canalla






El hijo de Adela soñó con ciudades,
con cinco minutos de amores eternos,
así que cruzó todo un mar de olivares,
y el flaco un verano huyó del invierno.

Creció con Neruda, Vallejo y Quevedo;
poeta torero que, aun todavía,
por la luz de un verso se tira al ruedo
en busca del credo de la poesía.

Guitarras sin patria alivian sus miedos
con himnos de Cohen, Yupanqui y Chavela,
el Nano, Violeta y un tal José Alfredo,
Bob Dylan y Krahe, maestros de escuela.

Rancheras que solo se cantan llorando,
retratos de celos con muerte anunciada,
baladas que callan el cómo y el cuándo,
canciones de amor desenamoradas.

Ningún caballero se tira a la lona,
y nunca abandona su porte y bombín,
banda sonora que Antonio y Varona
vistieron con notas de güisqui y carmín.

Corcel desbocado, desertor del redil,
puso el grito en Granada como mayo en París.
Una rosa de Lima trajo su mes de abril,
y solo él rima corazón con Madrid.

Dos musas en vena le imploran callando
que alargue los bises de la despedida.
Yo pongo el tequila, tú sigue buscando
detrás de la falda de noches perdidas.

Rancheras que solo se cantan llorando,
retratos de celos con muerte anunciada,
baladas que callan el cómo y el cuándo,
canciones de amor desenamoradas.

Tanguitos porteños que viven penando,
un canto quebrado que va a la batalla,
versos con lengua que siguen besando
los labios del alma, bendito canalla.

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