El último día en la vida de Adán García
lo halló como to(do)s los otros de su pasado
soñando ganarse el gordo en la lotería
los hijos y la mujer durmiendo a su lado.
Adán salió de su casa al mediodía,
después de una discusión muy acalorada;
su esposa quería pedirle plata a los suegros
y Adán besaba a sus hijos mientras gritaba:
«Esto se acabó, ¡vida!
la ilusión se fue, ¡vieja!
el tiempo es mi enemigo.
En vez de vivir con miedo
mejor es morir sonriendo
con el recuerdo vivo».
Por última vez entró a la tienda del barrio,
y ahí le fiaron un paquete de cigarrillos.
Por la avenida central lo vieron andando,
sin rumbo, las manos dentro de los bolsillos.
«Desde que Adán fue botado de su trabajo», dijo un vecino,
«noté en su forma de ser un cambio muy raro,
él siempre tan vivaracho, ahora andaba quieto,
pero en la tranquilidad del desesperado».
Dice el parte policial que Adán llegó a un banco,
y le gritó a una cajera que le entregara
todo el dinero que ella en su caja tuviera
y que si no lo hacía pronto que la mataba.
«El hombre me amenazó con una pistola», dijo una doña,
«por eso es que yo le daba lo que quisiera,
por la clase de salario que aquí me pagan
no voy a arriesgar la vida que Dios me diera».
Cuentan que al salir Adán corriendo del banco,
se halló con una patrulla parqueada al frente,
que no le hizo caso al guardia que le dio el alto,
que iba gritando y sonriendo como un demente.
Al otro día los periódicos publicaban
la foto de su cadáver en calzoncillos,
la viuda de Adán leyó en la primera plana:
LADRÓN USABA EL REVÓLVER DE AGUA DE SU CHIQUILLO
«Esto se acabó, ¡vida!
la ilusión se fue, ¡vieja!
el tiempo es mi enemigo.
Y yo pa(ra) vivir con miedo
prefiero morir sonriendo
con el recuerdo vivo».
Rubén Blades
Rubén Blades
Explotación didáctica. (Gabriela Arribas Esteras)
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